Canción de cuna babilónica
Brahms basó parcialmente la música de su “Wiegenlied” en “S’Is Anderscht”, un dúo de Alexander Baumann [de] publicado en la década de 1840[2][3][4]. La canción de cuna fue dedicada a la amiga de Brahms, Bertha Faber, con motivo del nacimiento de su segundo hijo[5][6]. [5] [6] Brahms había estado enamorado de ella en su juventud y construyó la melodía del “Wiegenlied” para sugerir, a modo de contramelodía oculta, una canción que ella solía cantarle[7] Simrock publicó el Op. 49 de Brahms en noviembre de 1868[6] La canción de cuna fue interpretada por primera vez en público el 22 de diciembre de 1869 en Viena por Luise Dustmann (cantante) y Clara Schumann (piano)[6] [8].
En 1877, Brahms basó el segundo tema del primer movimiento de su Segunda Sinfonía en la melodía de la nana[10]. La melodía se introduce por primera vez en el compás 82 y continúa desarrollándose a lo largo de todo el movimiento[cita requerida].
En 1922, el pianista y compositor australiano Percy Grainger arregló el “Wiegenlied” como uno de sus “Free Settings of Favorite Melodies” para piano solo. Este estudio se caracterizaba por un gran uso de las suspensiones y la arpegiación, con el primer enunciado de la melodía situado en el rango tenor del teclado. Esta última práctica era una de las favoritas de Grainger[11].
Nanas americanas
La mayoría de las canciones de cuna que se cantan en Canadá proceden del Viejo Mundo, salvo las de los pueblos indígenas. Algunas canciones de cuna indígenas se han hecho bastante conocidas, como “Nadu Nadudu”, que Marius Barbeau recogió de una persona de Nass en la Columbia Británica en 1920, la Haudenosaunee (Iroquois) “Ho Ho Watanay, que Alan Mills escuchó en la reserva de Kahnawake (antes Caughnawaga) en 1955, “Baba Baby”, que Helen Creighton escuchó de una madre mi’kmaq en Nuevo Brunswick, y “Tah Ne Bah”, que Barbara Cass-Beggs obtuvo de una mujer dakota (sioux), Dorothy Francis, en Regina. Una atractiva canción de cuna inuit que el reverendo D.H. Whitbread grabó en Cape Dorset se ha cantado en una traducción inglesa que empieza “Still now and hear my singing”.
Nanas árabes
Una nana (/ˈlʌləbaɪ/), o canción de cuna, es una canción o pieza musical relajante que se suele tocar (o cantar) a los niños (para los adultos, véase música y sueño). La finalidad de las canciones de cuna varía. En algunas sociedades se utilizan para transmitir conocimientos culturales o tradiciones. Además, las nanas se utilizan a menudo para desarrollar habilidades comunicativas, indicar intenciones emocionales, mantener la atención de los niños, modular su excitación y regular su comportamiento[1]. Quizás uno de los usos más importantes de las nanas es ayudar a los niños a dormir[2], por lo que la música suele ser sencilla y repetitiva. Hay canciones de cuna en muchos países y existen desde la antigüedad[3].
Una etimología popular hace derivar nana de “Lilith-Abi” (en hebreo, “Lilith, vete”)[6][7][8] En la tradición judía, Lilith era un demonio que se creía que robaba el alma de los niños por la noche. Para protegerse de Lilith, las madres judías colgaban cuatro amuletos en las paredes de las guarderías con la inscripción “Lilith – abei” [“Lilith – vete”][9][10].
Canción de cuna inglesa
Algunas de las cosas que los padres rusos dicen a sus hijos para que se duerman son muy dulces, pero muchas otras son realmente extrañas: por ejemplo, según una popular canción de cuna, un lobo puede venir a morderte si te acuestas en el lado equivocado de la cama. Veamos qué pasa con eso.
La nana es uno de los géneros folclóricos más antiguos. No requiere ningún tipo de instrumento de acompañamiento, ya que se trata simplemente de una cancioncilla interpretada por un padre o una niñera para ayudar a un niño a conciliar el sueño.
Usted se preguntará: “¿Quién demonios le cantaría algo así a un niño?”. Bueno, lo que pasa es que, para la gente del pasado, representar el peligro significaba hacer que ocurriera en la imaginación y no en la vida real. Es un rasgo común del folclore: se suponía que esas extrañas descripciones ahuyentaban el peligro real. Por supuesto, en realidad no deseaban la muerte de su hijo.